sexta-feira, 9 de setembro de 2011

"Las minas antipersona afectan a 25 personas al mes en Camboya"


"Las minas antipersona afectan a 25 personas al mes en Camboya"

0IRENE YUSTRES - 24-08-2011


Con motivo de la celebración de la JMJ, una delegación de más de 50 camboyanos se trasladó a Madrid para participar en uno de los más de 300 actos culturales programados para este evento internacional. Su actuación consistió en cinco bailes realizados por niños de Camboya, presentados por el obispo de Battambang, el español Kike Figaredo, quien lleva ya veintiséis años de misión en el sudeste de Asia.
“La gente, con su sonrisa, nos acoge y nos deja servirles”, confiesa Kike Figaredo, al que también se le conoce como ‘el obispo de las sillas de ruedas’ por toda su labor en Camboya. Este país ha estado sacudido durante cuarenta años por las guerras y, actualmente, sigue castigado por las minas anti-persona y las bombas de racimo que causan de 20 a 25 personas afectadas al mes -antes los heridos eran de 8 a 10 al día-.
“La danza y la música son instrumentos para conquistar la paz”, afirma el padre Kike, con la alegría y jovialidad que le caracteriza, porque “la vida de los pueblos se trasforma gracias a la danza”, explica.
Entre ‘bambalinas’ Ramón Figaredo, sobrino de Kike, explica la función del Centro Arrupe en Camboya. “La misión es estar con la gente”, confirma casi sin pensar. “Para entender la misión en Camboya hay que entender un poco lo que ha sucedido allí. Cuando se empieza a trabajar está todo por hacer y… ¿por dónde empiezas?, pues por lo más básico: estar con la gente, conocer a la gente y ayudarla en lo que se puede”, explica.


CAMBOYA, UN PAÍS MINADO


Kike Figaredo, que fue nombrado Prefecto apostólico de Battambang en el año 2000, comenzó a trabajar en Camboya en 1985 en los campos de refugiados, atendiendo a los discapacitados “porque en su momento la Compañía de Jesús lo necesitaba allí”, apunta Ramón. Así comienza su relación con Camboya, donde más del 90% de la población es budista. “Estos niños son budistas, no son católicos, y bailan el baile de la bendición y todo. Son muy respetuosos”, afirma Ramón, sobrino de Kike.
Este país, que vive en paz desde 1998, aún tiene enterradas en sus 176.520 km2millones de minas anti-persona. Tanto Ramón como Kike Figaredo confirman que la cifra de personas afectadas por estas armas se ha reducido en los últimos años, pero es evidente que este número aún es elevado, sobre todo después de que se firmara, en 1.997, el Tratado de Ottawa, que prohíbe el uso de este armamento.
Según cuenta Ramón,  actualmente hay menos accidentes de minas anti-persona “porquela gente ya no coloniza tierras para cultivar. Trabajan para terratenientes, de manera que trabajan por un sueldo muy bajo pero con menor riesgo de perder la vida o quedar mutilados”.


EDUCACIÓN


“Las 25 o 27 parroquias que hay son centros sociales”, dice Ramón Figaredo. La principal función de Kike  y sus colaboradores es trabajar por la educación de los más jóvenes, ya que el 50% de la población es menor de 17 años. Para evitar que los más pequeños trabajen para llevar dinero a casa, en vez de estudiar, se crean escuelas y se organizan ‘kindergarten’ -actividades para niños-.
También se trabaja en campamentos de verano, con  270 menores, en el ‘Proyecto Anatha’, que nació en 2005 para que pudieran disfrutar de vacaciones y del colegio diariamente. Esto es posible gracias a que también “se ayuda  a los padres con un ‘kit’ de comida e higiene”, indica Ramón. “Todos los años decimos que no caben más niños en los campamentos, y siempre caben más”, añade con orgullo.
Pero la labor no acaba ahí. A los adultos se les distribuye por distintos centros de Formación Profesional, para que aprendan un oficio y encuentren un trabajo. “Por ejemplo, donde trabaja Kike, a los discapacitados se les enseña escultura, electrónica o mecánica”, continúa explicando Ramón.


AYUDAR EN CAMBOYA


El padre Kike Figaredo enunció en este encuentro cultural cuatro cualidades imprescindibles para ser voluntario en ese país: “alegría, flexibilidad, buena comunicación y positividad, con el ‘link’ de la fe”. Juan de la Mora y Rafa del Riego son dos de los que tuvieron la oportunidad de ayudar en Camboya.
Rafa en el primer verano impartió clases “de inglés y español a niños y estudiantes”, y en el segundo colaboró en la organización del campamento para preparar “las habitaciones, los uniformes, las comidas, etc.” y también para “recopilar pasaportes o partidas de nacimiento para la gira de bailes por España, acompañar al equipo médico a la cárcel y al de ‘Out Reach’ a repartir bicicletas y sillas de ruedas por pueblos”.
Mientras, Juan dedicó los catorce meses que estuvo allí para colaborar “con el desarrollo de proyectos de educación”. Precisamente la educación es el pilar fundamental de la cooperación en Camboya, pero también se realizan carreteras, pozos, embalses y bancos de arroz y de gallinas para mejorar su alimentación.
Cuando alguien se plantea ayudar en un país minado, con 40 años de guerra a sus espaldas, es razonable pensar en la desconfianza de esa sociedad hacia Occidente. Sin embargo, “la reacción de la gente es muy positiva, muy acogedora”, recalca Juan. Rafa también apunta que “aunque no tengas absolutamente ni idea del idioma, la gente reacciona de una manera increíble. Siempre eres bien recibido”.  Y precisamente esa sensación de ‘estar como en casa’ es la que ayuda a que los proyectos salgan adelante con mayor facilidad.


BALANCE Y FUTURO


Tanto Rafa como Juan confiesan que ayudar en Camboya es una experiencia enriquecedora y más que recomendable “por imperativo legal”, como dice Rafa. “Vuelves un poco en shock", reconoce, aunque recuerda una gran frase de Kike: "Tan importante es saber venir como saber volver".
“Nosotros no pensamos en proyectos”, argumenta Ramón. Y es que lo importante en estas situaciones es “analizar las necesidades y pensar cómo podemos ayudar mejor”, continúa diciendo. “No es un macro-proyecto, es estar con la gente y a raíz de ahí se les intenta ayudar”, concluye.

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